...Largo silencio entre tu casa y la mÃa, extraña ausencia...
Quizá hayas cambiado de casa…
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Un papel sepia reviste sus ventanas,
los árboles no emulan su sonrisaÂ
y en sus copas los nidos envejecen,
de los rosales de la entrada brotan solo espinas
y las mariposas parecen inmóviles por tu ausencia.
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El espacio en blanco al sur de la calle 18
ya no divulga tu caligrafÃa,
solitario el buzón del norte abre sus fauces
y en el fondo de su externa envoltura
unas cuantas hojas acaban el otoño.Â
los ejes de la carreta se oxidan
y el banco de margaritas, Â
deja entrever sus raÃces casi secas.
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!Quizá tenga razón, quizá te hayas mudado de casa!
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El sendero a la ermita está poblado de hierbasÂ
y en la gruta,  MarÃa sin el niño entre sus brazos,Â
solitaria dibuja en su cara asombro y pena.Â
Los corales que pintaras en primavera
se confunden con el musgo del tiempo.Â
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Grandes nubarrones se ciernen sobre el tejado
oprimiendo los silencios y la nostalgia
y en sus tejas las golondrinas hibernan sus afonÃas,Â
la chimenea emana su flujo gris sobre el barandal
y un par de sillas mecidas por el viento
descuelgan sus entramados por el muro.
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!Quizá tenga razón, quizá te hayas mudado de casa!Â
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Al pie de la escalinata una sombra se pasea, Â
mis pupilas se dilatan en el intento,Â
por descubrir en el fondo de sus lÃneas tu figura,
no puedo creer que me dejaras entrada la primavera
y que tus labios no me sepan ya a fruta fresca.Â
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!Quizá tenga razón, quizá te hayas mudado de casa!…
o simplemente olvidado a la poeta.